3.1 La alienación económica

Para empezar, te proponemos que veas este breve vídeo donde se exponen las principales nociones sobre la alienación económica. Piensa en ellas: el trabajo humano, la propiedad privada de los medios de producción, el trabajo como mercancía, el salario, la plusvalía...

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La condición productiva del ser humano conlleva la transformación del mundo natural en manos del hombre y determina las relaciones sociales que se establecen en la organización del trabajo. El progreso histórico va unido a un desarrollo creciente de las posibilidades humanas y de su el control sobre su propio destino, pero el proceso histórico no está exento de dificultades; Marx lleva a cabo un estudio de la alienación económica en el marco del modo de producción capitalista, una alienación que significa la deshumanización del trabajador y la conversión de éste en mercancía. Explica la situación por el que el producto del trabajo humano escapa de su control hasta enfrentarse a sí mismo; como el trabajo, fin del ser humano y actividad que permite su realización como tal, acaba convirtiéndose en un medio para satisfacer sus necesidades básicas fuera del trabajo.
 
Imagen de postaletrice en Flickr
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El modelo capitalista se caracteriza por la propiedad privada de los medios de producción. Al no pertenecer al trabajador los instrumentos para el trabajo, su participación en el mercado consiste en la venta de su capacidad productiva, de su fuerza de trabajo, a cambio de un salario con el que poder cubrir sus necesidades. Marx entiende que en este sistema se lleva a cabo una doble alienación: el trabajador es desposeído del objeto resultante de su trabajo, que no le pertenece a él, sino que llega a ser propiedad de otro (el dueño del capital), y se enfrenta al trabajador como un ser extraño. Pero también es desposeído de su propia actividad, ya que, como trabajador para otro, su propio trabajo no le pertenece a él. El resultado el siguiente: si la realidad del ser humano consiste en su actividad productiva, su desposesión significa la negación de sí mismo, su desrealización.

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Según Marx es el trabajo lo que en principio debería llevar al hombre a su realización como ser humano, sin embargo, en el modelo económico capitalista, éste se convierte en un mecanismo de alienación y deshumanización:


¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo?

Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a si mismo, sino a otro. Así como en la religión la actividad propia de la fantasía humana, de la mente y del corazón humano, actúa sobre el individuo independientemente de él, es decir, como una actividad extraña, divina o diabólica, así también la actividad del trabajador no es su propia actividad. Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo.

De esto resulta que el hombre (el trabajador) sólo se siente libre en sus funciones animales, en el comer, beber, engendrar, y todo lo más en aquello que toca a la habitación y al atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal. Lo animal se convierte en lo humano y lo humano en lo animal.


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Con jornadas laborales que podían llegar a las dieciocho horas diarias, y en numerosos casos, sin periodos vacacionales ni protección médica o social, una de las principales reivindicaciones de las organizaciones de trabajadores en el siglo XIX era el de la reducción legal de la jornada laboral a ocho horas diarias: "ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño, y ocho horas para la casa". Sin duda alguna, las condiciones de trabajo en los países occidentales eran entonces mucho más penosas y nadie cuestiona los avances sociales producidos en cuanto a jornada laboral, cuantía de los salarios, condiciones de trabajo, protección social, etc. ¿Significa esto que el análisis de Marx sobre la alienación se encuentra obsoleto? Probablemente esta pregunta daría lugar a diferentes tipos de respuesta, aunque el autor del siguiente texto no lo interpretaría como un concepto desfasado, sino plenamente vigente. En De la Servidumbre Moderna, Jean Francois Brient lleva cabo una visión crítica de nuestro tiempo en un análisis que comparte su núcleo central con el llevado a cabo por Marx hace ya más de siglo y medio. Según él, nuestro mundo no permite la realización humana; un mundo dominado por la mercancía y el capital sigue propiciando la alienación, una alienación que esclaviza al individuo y envenena su relación con los demás y con la naturaleza. Tienes la opción de seguir su planteamiento viendo este interesante montaje audiovisual hecho por Víctor León Fuentes en 2009, aunque si no cuentas con los cincuenta y dos minutos que dura esta película, también puedes consultar directamente el texto empleado en el mismo desde este enlace.